domingo, 13 de marzo de 2011

FUERZAS ARMADAS ARGENTINAS

ACTUALIDAD Y FFAA

En la Argentina pocos advierten que las FFAA pasaron a ser, en el breve lapso de 40 años, de un factor político activo a un elemento inerte.

La parálisis actual no es consecuencia del Proceso de Reorganización Nacional 1976/1983, cuyos protagonistas han desaparecido de la escena, sino al hecho de que las FFAA, por la falta de provisión de recursos materiales y por una abrumadora acción psicológica, se encuentran en la actualidad, caso único en el mundo, en un estado totalmente figurativo.

Habiendo purgado como Institución su supuesto delito, la razón de su liquidación no puede ser otra que ideológica.

Transformar a la Argentina en una república popular exige desterrar hasta el más mínimo vestigio de su carácter de FFAA constitucionales.

Es probable que con el tiempo sean reemplazadas por la Gendarmería, Prefectura Naval y por algún comando de aviación civil.

Las dirigencias políticas en general de la oposición han suprimido cualquier referencia a la defensa nacional y a las FFAA en todos sus proyectos.

La potencia de la propaganda sobre el terrorismo de Estado, delitos de lesa humanidad, etc., ha sido de tal magnitud que ningún político se atreve ni siquiera a nombrar a las FFAA por miedo a aparecer como cómplices de los famosos delitos aberrantes y porque además, la supresión de las FFAA les conviene porque implican un factor de fiscalía constitucional que las FFAA como última garantía del orden en la República.

Aisladas pues las FFAA en un claro apartheid social, con 800 presos privados de libertad desde hace años, sin juicio, ni condena, solo por sospecha, y aniquilada la presunción de inocencia, uno vuelve la mirada sobre ellas para preguntarse por qué no reaccionan frente a este estado de inanición que indefectiblemente las lleva a su desaparición y con ello a poner en riesgo la soberanía nacional.

Estas reflexiones están destinadas a ese análisis.

Personalmente, 37 años de Servicio desde mi ingreso al Liceo Militar en 1939 hasta ser retirado obligatoriamente en 1976.

Tengo pues la experiencia de haber vivido el viejo Ejército, aquel que organizó Ricchieri y que se transformó en un indispensable elemento de nacionalización y educación del inmenso territorio argentino.

El ser militar

¿Qué significaba ser militar en el primer cuarto del siglo XX?

Era abrazar una profesión distinguida, no por sus bienes materiales ni por su retribución a la inteligencia y a la idoneidad en la vida práctica, privada.

Era distinguida por su misión; era elegir el servicio de las armas para la defensa de la Nación.

Se nos decía entonces que la profesión militar no era la más cómoda ni la más lucrativa, y era cierto, pero la misión era un goce espiritual: nos sentíamos realmente como nos llamábamos a nosotros mismos Guardias Nacionales.

Los Oficiales y Suboficiales también, eran todos producto de una selección física, cultural e intelectual que nos colocaba en un nivel de aceptación social.

Vestíamos el uniforme con orgullo, los soles en nuestras hombreras, los laureles en nuestras gorras no eran de nuestro propio mérito pero nos sentíamos herederos de los soldados que integraron uno de los factores fundantes de la Argentina.

Lucíamos el uniforme en la calle, en los medios de transporte, en las reuniones públicas y privadas, y siempre teníamos la aquiescencia del público.

El Servicio Militar Obligatorio, con todos los defectos de una obra humana, era una suerte de recipiente donde la juventud argentina de todas las latitudes se conocían, se instruían, se educaban.

A las siete de la mañana la bandera presidía todas las formaciones y el orden y la disciplina iban forjando caracteres y hombres que cosechaban amistades que perdurarían toda la vida.

No había diferencia entre civiles y militares.

Los militares estábamos en un nivel diferente, no mejor, sino distinto, del hombre dedicado a sus menesteres privados.

Ellos gozaban de su libertad, nosotros estábamos uncidos a la Patria por un juramento: Triunfar o morir por ella, y nuestro tiempo le pertenecía.

Nuestro desposorio con la Patria no sabía de deslealtades ni traiciones; éramos un conjunto de fieles que vivíamos con nuestro pensamiento en ella.

Era un ámbito de trabajo, de reflexión, de alegría y de amistad y compañerismo.

Qué más le podíamos pedir a la vida que había colocado nuestra juventud en esa excelsa función de proporcionar con nuestro tiempo la seguridad para que otros vivieran en paz y en orden.

LA PERSONALIDAD INSTITUCIONAL

Probablemente, la tergiversación más grave del orden republicano representativo y federal en cualquier sociedad política sea la apropiación de las instituciones.

Cuando un individuo desde el poder se apodera de una Institución o de las instituciones comete un crimen lesa patria, porque arrasa con la identidad de un país para colocarle su nombre y apellido.

Así se consigue una república contra hecha y una democracia deforme.

Pero de todas las Instituciones, la que más sufre el efecto de la personalización es la Institución Militar.

Si algo distingue la condición de militar es la subordinación, una palabra excelsa cuando está dirigida a un fin superior como es la Defensa Nacional, la Integridad Territorial, y la Paz y el Orden entre los ciudadanos, pero que se transforma en una coyunda repugnante cuando la subordinación despojada de su misión, deviene servidumbre.

Entonces el hombre deja de serlo para transformarse en un sometido voluntariamente y en un esclavo de sus propios apetitos, que quien lo somete, le retribuye generosamente.

Perón, más allá de cualquier crítica, fue el gran victimario de las Instituciones Argentinas, y el militar que no aceptó esa nueva subordinación o abandonó el Ejército o se quedó en él como una caricatura de soldado.

Con eso se perdió para siempre el sentido heroico de la vida, que no significa la temeridad y el arrojo para matar y morir en combate; significa la intransigencia absoluta ante la violación de las propias convicciones.

Pero de aquel proceso de destrucción Institucional, surgió una dialéctica fatal de Golpes de Estado y de Rebeliones, donde muchos murieron y los militares olvidaron a San Martín, que nunca quiso entrar en guerra con sus compatriotas.

En abono de este olvido vale decir que en la guerra revolucionaria los terroristas estaban inspirados en doctrinas foráneas para someter al país a un sistema absolutamente contradictorio con el que organizaron los padres fundadores de la República.

El hombre joven del Ejército que salió de aquel aquelarre del Proceso de Reorganización, esperó en vano que alguien defendiera la causa por la cual se había combatido en una guerra no querida, y que se prolongó más allá del tiempo en que la subversión había terminado en 1978.

Aun cuando los Comandantes asumieron su culpa, nadie rescató a la Institución de las críticas y defendió el propósito de haber evitado que la Argentina se constituyera en la mayor base marxista-leninista del mundo.

Balza, una caricatura siniestra de hombre y militar, durante nueve años mutiló y esterilizó al Ejército, hasta arrodillarse ante Bernardo Neustadt, para pedir perdón vestido de uniforme de gala por supuestos crímenes.

La contra docencia de Balza fue profundamente eficaz.

Balza quiso romper con el viejo Ejército porque era un diletante socialista, complicado en el tráfico de armas y en la voladura de Río Tercero.

LA ACTUAL SITUACIÓN

El Colegio Militar de la Nación en nuestra cuna común, por ello a pesar de todos los desmanes, las traiciones, las deslealtades de algunos militares apóstatas, la esencia nacional sigue vigente.

La diferencia con el militar que fui yo en 1951, con el de alguien de mi misma condición, 60 años después, tiene su origen en estas razones que acabo de expresar.

En mi época, teníamos orgullo de ser militares, y lo decíamos y lo expresábamos, y estábamos dispuestos a perder nuestro estado militar si se atropellaban nuestras convicciones estrictamente castrenses.

En cambio ahora, el hombre de armas carga una mochila de culpas que no lo pertenece.

Además, le han robado la misión, y el orgullo real de ser soldado lo tienen que experimentar interiormente.

El 6 de Septiembre de 1951, protagonicé un hecho aleccionador: ese día, se le iban a entregar a Perón las espuelas de oro por una Caballería que no lo quería.

Se había organizado una gran fiesta hípica y folclórica a la que Perón concurría porque le tenía miedo a la Caballería.

Reunidos en un galpón con el director de la escuela, éramos unos sesenta oficiales que participábamos de la fiesta de agasajo.

El Director dijo entonces: cuando llegue el presidente y su señora, y expreso algo más.

Un oficial se paro y dijo si viene la mujer del presidente yo no participo.

Nos paramos todos y manifestamos lo mismo.

El director nos mandó a entrevistarnos con los Capitanes para encontrarle una solución al problema; la mía fue escribir sobre una hoja mi solicitud de retiro del Ejército.

El director fue a Buenos Aires y hablo con Lucero, este con Perón, quien finalmente vino solo.

¿Qué cambió desde entonces?

Las circunstancias económicas eran más o menos las mismas de hoy,

¿por qué no hay entonces ese tipo de conductas?

La repuesta en muy simple: los militares de hoy están solos en un apartheid desde el cual ninguna conducta contestataria puede tener ningún efecto ni ninguna repercusión social.

Nosotros sabíamos que la sociedad odiaba la tiranía de Perón y nos miraba con esperanza.

Hoy no es así, en general, oscuramente la ciudadanía ama a sus FFAA pero la han convencido tal vez a golpes de martillo psicológico, que son responsables de crímenes inventados.

Tampoco dicen que el pueblo colaboró con las FFAA por acción u omisión para liquidar a la subversión.

Pero un gran silencio reina sobre el país respecto de este pasado que mantuvo intacta a la República.

Siento por los Oficiales jóvenes en actividad una profunda comprensión y solo le pido a Dios que se mantengan, porque para la perversidad que nos rodea, ESTANDO, SOMOS, y si somos, algún día nos volveremos a abrazar con nuestra Argentina.

Luis Prémoli
Coronel de Caballería (R)

sábado, 12 de marzo de 2011

PRIMERA CONSCRIPCION ARGENTINA

Por la ley 3318 se llamó a la primera conscripción general de ciudadanos el 23 de noviembre de 1895 y se puso en marcha el 12 de marzo de 1896.

Se decretó la movilización de 24.000 ciudadanos que junto a 10.000 hombres del ejército de línea realizaron los movimientos para concentrarse en Cura Malal.

En Pigüé el 15 de abril de 1896, 8.000 soldados arribaron para luego dirigirse al valle del Cura Malal Grande, las maniobras se realizaron ante una hipotética guerra con Chile.

La llamada “Primera Conscripción de Cura Malal”, si bien se desarrolló en distintos campamentos del país, concentró el mayor número de ciudadanos en la localidad así denominada del partido de Suárez, provincia de Buenos Aires.

Un importante monumento conmemorativo recuerda este hecho a la entrada de esta ciudad (ingreso por ruta nacional 33) y además en el propio sitio del campamento original, un monolito recuerda la gesta.

En las inmediaciones del cerro se encuentra un cementerio donde fueron enterrados varios de los soldados que fallecieron, por las inclemencias del duro invierno y algunas enfermedades de la época.

En el Museo Regional local se conservan gran cantidad de elementos y uniformes de este hecho histórico y los listados oficiales de soldados y oficiales y suboficiales que participaron de la Primera Conscripción. También mucho material escrito de crónicas y diarios de la época.

Este ensayo, que tuvo alcance nacional, fue muy exitoso e inició un sistema de incorporaciones por clase a las fuerzas armadas que tuvo un siglo de vigencia, hasta ser abolido en la última década del Siglo XX. El Mayor y Director de Banda Juan Ríspoli (Italia 1847-Argentina 1907), escribió la marcha Cura Malal, como homenaje a la primera conscripción argentina.

Historia del Servicio Militar

A lo largo de la historia el reclutamiento forzoso de soldados ha sido una constante que ha revestido múltiples formas o variedades de acuerdo con las realidades sociales, las concepciones políticas y las exigencias técnicas de las distintas épocas.

Al respecto, se pueden encontrar numerosos ejemplos de ejércitos integrados en todo o en parte por esclavos, por siervos, por súbditos reclutados por sorteo entre determinadas clases o condenados.

Sin embargo, en sentido estricto solo puede hablarse de servicio militar obligatorio desde finales del siglo XVIII.

En este orden de cosas, se considera como el punto de arranque de este servicio los reclutamientos masivos que tuvieron lugar en 1793, en la Francia revolucionaria, para afrontar los posibles ataques de la coalición de los países de la vieja Europa.

En virtud de una serie de disposiciones, se convocaba a formar parte del Ejército a todos los varones solteros o viudos comprendidos en determinadas edades.

No se trataba ya de entrar al servicio de un señor o de un soberano, sino de prestar un servicio personal a la Nación en defensa de su reciente ganada soberanía, lo que constituía, a la vez que un deber, un derecho y un honor que, como tal, se iría plasmando en la generalidad de los textos constitucionales.

Luego, y a lo largo del siglo XIX, se fue extendiendo este concepto por los países continentales europeos para responder a la gran demanda de efectivos personales que exigían las condiciones en que se desarrollaban as muy numerosas guerras.

En nuestro país, la ley 17531 derogó a la primitiva ley orgánica del Ejército Nº 4707, que había regido entre 1905 y 1967, y había sido parcialmente derogada en 1944 por la ley 12913 en lo relativo al personal militar, aunque no en lo atinente al servicio de conscripción y sus excepciones.

Es oportuno memorar que la primera manifestación normativa en materia de conscripción estuvo vinculada con la creación de la Guardia Nacional.

Posteriormente la ley 542, de 1872, legisló sobre el reclutamiento del ejército nacional; la 3318 se ocupó de la organización del Ejército y de la Guardia Nacional, cosa que reiteró la ley 3686.

Luego en 1901, se sancionó y promulgó la ley 4031, de organización del Ejército, la cual fue superada por la ya recordada ley 4707.

Ahora bien, antes de estas leyes el “Ejército de Línea” se formaba por los “enganchados”, llamados en la jerga militar “ganchos”, y los “destinados”.

Los “enganchados” servían tres años en infantería y cuatro en caballería y artillería; la prima total del “enganche” era de tres o cuatro mil pesos, según el arma y el tiempo de servicio.

Como el enganche no resultaba suficiente para cubrir las necesidades del ejército, se suscribieron contratos con particulares para que reclutasen tropa y personal de oficiales en Europa; he ahí el origen de muchos apellidos extranjeros en nuestro ejército.

Por su parte, los destinados eran obligados a servir en el ejército por una ley del 30 de Octubre de 1858, que decía que “los vagos y mal entretenidos, los que en día de labor se encuentran habitualmente en casas de juego o en tabernas, los que usen cuchillos o arma blanca en la capital y pueblos de campaña, los que cometan hurtos simples o los que infieran heridas leves, serán destinados al servicio de las armas por un término que no baje de dos años ni exceda e cuatro”.

Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Guía Genealógica de Argentina e Hispanoamérica.
Sinopoli, Santiago M. – El Derecho Constitucional Militar.
www.revisionistas.com.ar
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miércoles, 9 de marzo de 2011

CAMPAÑA DEL PARAGUAY ( 1810 - 1811 )

Una vez que el ejército auxiliar hubo partido hacia el norte, la junta gubernativa se dio a la tarea de enfrentar la amenaza que representaba Montevideo en poder de los realistas y foco activo de la resistencia de éstos.

Este problema de primer momento, se vio agravado el 27 de julio de 1810 por otro que se gestaba en Asunción.

En esa fecha el Gobierno de Buenos Aires recibió un oficio firmado por el gobernador Velazco donde comunicaba su desconocimiento de la Junta y su acatamiento al Consejo de Regencia de España.

Saavedra reaccionó resolviéndose a enviar al Guayrá otra expedición militar, la que fue puesta a las órdenes del general Manuel Belgrano con la misión de tornar la provincia a la obediencia.

La columna partió de Buenos Aires alcanzando la Bajada de Paraná el 16 de octubre de 1810.


Allí mientras Belgrano se daba a la tarea de aumentar el efectivo de 200 hombres que le asignasen para la campaña recibió una nota de la Junta donde se le anunciaba la llegada de 200 soldados del Regimiento 1 al mando del capitán Gregorio Perdriel.

El Ejército Auxiliar del Paraguay quedaba entonces compuesto por las siguientes subunidades: Arribeños, Pardos y Morenos, Granaderos Fernando VII, Regimiento 1 “Patricios” (200 soldados), Artillería (4 piezas).

Estas fuerzas fueron estructuradas por Belgrano en cuatro Agrupaciones, cada una con una pieza de artillería.


A fines del mes la columna marchó a la zona de Curuzú Cuatiá donde Belgrano en su calidad de miembro de la Junta ordenó la fundación de la ciudad de ese nombre como así también la de Mansisoví.

Desde allí siguió a Candelaria, lugar elegido por él para el pasaje del Paraná.

En la noche del 18 al 19 de noviembre, las fuerzas patriotas ejecutaron el paso del río en balsas y canoas improvisadas, sorprendiéndolas el amanecer con su masa en la segunda orilla.

Como las unidades habían desembarcado en lugares algo distantes uno del otro, Belgrano ordenó reunirse en la zona de Campichuelo, lugar ocupado por una agrupación paraguaya, la que estaba al mando del capitán Thompson con casi 500 hombres y reforzado con tres cañones.

La decidida acción de una agrupación de 27 hombres, de los cuales 17 eran del Regimiento 1 que atacaron frontalmente una avanzada de dicha agrupación, hizo que su medio centenar de hombres se diese a la fuga abandonando su bandera y sus cañones.

Esta acción conocida con el nombre de Combate de Campichuelo determinó que Thompson se replegase de inmediato hacia el interior con toda su gente, dejando libre el lugar donde poco después se operó la reunión de las fuerzas de Belgrano sin otra novedad.


Una vez iniciada la marcha sobre Asunción la columna alcanzó el bosque Maracaná, lugar donde Belgrano pensaba cruzar el Tebicuary.

Allí una compañía del Regimiento al mando del capitán Gregorio Perdriel, que marchaba como vanguardia, tropezó con un destacamento paraguayo numéricamente superior.

Los soldados del Regimiento 1 que se desplazaban montados hicieron pie a tierra y desplegando, atacaron de inmediato.

En cuanto los paraguayos vieron a la Compañía sostener su actitud pese a sus fuegos, se desbandaron abandonando sus armas, siendo tomados dos prisioneros.


Como uno de ellos era de nacionalidad española y estaba armado, Perdriel, en función de una proclama que Belgrano hiciera llegar a los paraguayos el 17 de diciembre donde se prevenía que todo europeo o americano que fuere sorprendido armado, “sería arcabuceado”, procedió a hacerlo fusilar por un pelotón a sus órdenes.

Luego que el Ejército hubo traspuesto el Tebicuary avistó el ejército de Velazco cerca de la Capilla de Paraguarí.


Estas fuerzas cercanas a los 6.000 hombres aguardaban a los patriotas manteniendo su línea sin hacer el menor movimiento.

Durante tres días ambos ejércitos permanecieron frente a frente sin ejecutar nada hasta que Belgrano en la noche del 18 al 19 de enero se decidió por el ataque en horas de la próxima madrugada.

En efecto, a las tres de la mañana el ejército patriota avanzó contra los paraguayos en el siguiente dispositivo:

1ª Agrupación: 220 infantes, 2 cañones en primera línea.

2ª Agrupación: 250 infantes (Jefe capitán Perdriel), 2 cañones enseguida línea.

Un piquete montado daba la exploración al frente y 130 jinetes cubrían ambas alas.

A las cuatro comenzó la acción.


Un violento combate por el fuego mantenido entre ambas infanterías y artillería y que duró hasta el alba arrojó como resultado la dispersión del centro del dispositivo paraguayo.

De inmediato Belgrano ordenó la persecución a su caballería que la empezó a ejecutar con denuedo.


Pero como las alas enemigas no habían sido siquiera conmovidas, de inmediato se cerraron sobre el ejército patriota al cual le dieron los fuegos de 11 cañones y todo el peso de su superioridad numérica.

La violencia del combate arreció durando las cuatro horas siguientes hasta que al fin, agotada la munición de artillería, Belgrano ordenó la retirada, no ejecutando Velazco ninguna forma de persecución.

Batalla de Tacuarí

Belgrano perdió un quinto de sus efectivos en la acción, retrocedió hasta Tacuarí donde permaneció varias semanas.
Allí fue alcanzado el 9 de marzo de 1811 por las fuerzas de Velazco, las cuales lograron sorprenderle llevándole un ataque desde tres direcciones diferentes.

Una fuerte columna que Belgrano había destacado contra Cabañas fue literalmente aniquilada, quedando el ejército patriota reducido a 235 hombres.
A una intimación de rendición Belgrano contestó hidalgamente que “las armas del Rey no se rinden en vuestras manos, dígale Ud. a su Jefe que avance a quitarlas cuando guste” (1)

Los paraguayos que se habían detenido en su movimiento y permanecían en los lugares alcanzados a la espera del regreso del parlamentario, en cuanto tomaron conocimiento de la arrogante y digna respuesta reiniciaron el movimiento hacia las fuerzas patriotas.

Rápidamente el Gral. Belgrano ordenó un contraataque que por lo inesperado y sorpresivo llenó de entusiasmo el espíritu de los soldados.
Las 8 subunidades de infantería y las 4 de caballería marchaban guiadas por el capitán Pedro Ibáñez, quien marchaba al frente.
Al entrar al alcance de las armas de infantería, Belgrano ordenó a Ibáñez que atacase con su infantería.
Los 135 infantes eran “dignos de recibir aquella orden” (2); de inmediato empezaron a ejecutar un fuego nutrido, el que, haciendo primero clarear las filas paraguayas, determinó luego que éstas se dispersen escondiéndose en el monte, y abandonando sus cañones.

Así terminó la acción de Tacuarí y con ella la campaña de Paraguay.
Si bien como Belgrano escribiese a la Junta, no había logrado “conquistar” (3) al Guayrá rebelde, había salvado el honor de nuestras armas pese a las derrotas, como así también conseguido parcialmente, en negociaciones posteriores a Tacuarí, el objetivo político que la Campaña del Paraguay perseguía.

En oficio librado por Belgrano a la Junta, fechado en Candelaria el 21 de marzo de 1811, indica que el Regimiento 1 está representado por dos compañías.

La primera está remontada por un capitán, 1 teniente y 53 soldados con 45 fusiles.
La segunda posee solo 36 soldados con 10 fusiles. (4)

Exactamente un mes después de Tacuarí los restos del Regimiento 1 que integraban las magras fuerzas de Belgrano en su marcha hacia el Sud llegaban a la Villa Concepción del Uruguay, desde donde marcharon primero a Paraná y luego de derrotar a una partida realista de 80 hombres cerca de Santa Fe (4 de julio de 1812), su jefe el teniente coronel Perdriel recibió orden el 9 de octubre de incorporarse al Ejército del Alto Perú para lo cual se le proveyeron 1.000 caballos, reses, y 21 carretas “fletadas a $ 110.- cada una”, asignándosele 25 días para la ejecución de la marcha.

El Tambor de Tacuarí

El tambor de Tacuarí, Pedro Ríos, forma parte de la constelación de héroes que la Provincia de Corrientes dio a la Patria.
La figura de José de San Martín, otro ilustre correntino, libertador de Argentina, Chile y Perú, es tan relevante que hace que los perfiles de los demás próceres se desdibujen.
Sin embargo, es muy importante rescatar el heroísmo de Pedro Ríos, un niño de 12 años que acompañó a Belgrano en la Expedición al Paraguay, dando muestras de valentía y patriotismo, y perdiendo la vida en el combate de Tacuarí.

Pedro Ríos era un niño nacido en Yaguareté-Corá, que significa “corral de tigres” en guaraní, actual ciudad de Concepción, y cabecera de dicho departamento.
Este pueblo es uno de los más antiguos de la provincia de Corrientes, fundado en el año 1796, con una base de 58 pobladores entre los que se contaban 32 españoles y 26 nativos, que se hallaban avecindados desde hacía varios años en torno al Oratorio de San Francisco de Asís, existente en el lugar, dependiendo éste del Curato de San Roque.
En 1870, cambia el pueblo y departamento de Yaguareté –Corá por el actual de Concepción.

La incorporación y la actuación de Pedro Ríos al Ejército de Belgrano fue durante muchos años un hecho poco conocido.
Tal es así que existen datos equivocados en la película “El Tambor de Tacuarí” filmada en 1948, donde se lo llama Gregorio o Goyo, y aparece como incorporado al Ejército de Belgrano en Buenos Aires y en un diálogo afirma haber nacido allí, aunque llevado desde muy niño a Corrientes.

Los historiadores pudieron comprobar que nació en septiembre de 1798 en Yaguareté-Corá.
En ese momento este pueblo contaba con una capilla que dependía del Curato de San Roque.
Los bautizados allí durante mucho tiempo no fueron anotados. Por ello tampoco figura en los libros parroquiales de San Roque.
La única referencia acerca de su nacimiento la proporciona el general Celestino Vidal, el militar que más contacto tuvo con el niño, quien a poco de incorporado, le recordó que hacía dos meses había cumplido doce años.
Por lo cual su nacimiento debe ubicarse en septiembre de 1798.

El extinto doctor Francisco Atenodoro Benítez, nacido en la localidad de Concepción, en su libro Homenaje justiciero, la estatua al Tambor de Tacuarí, editado en 1930, nos ofrece datos certeros relativos a la entrada de Belgrano al citado pueblo y a la incorporación del Niño Héroe a las filas del Ejército Libertador.

En la mañana del 26 de noviembre de 1810 se produjo la entrada del Ejército de Belgrano en Concepción.
Belgrano, penetró en las calles del pueblo, y acompañado de parte de su plana mayor, se dirigió a orar al oratorio, arrodillado ante el patrono de Yaguareté-Corá, que era entonces San Francisco de Asís.
Al abandonar el oratorio para ir a visitar la escuela de primeras letras del pueblo, se encontró en el atrio con algunos paisanos, quienes le solicitaron incorporarse a las filas del ejército patriota, encontrándose entre ellos un niño de 12 años, Pedro Ríos, quien pedía insistentemente entrar al ejército.
Belgrano dudó al principio de llevar a ese niño a una expedición militar, pero el propio padre, llamado Antonio Ríos, dijo:
“No solo doy mi consentimiento, sino también ruego que lo acepte, porque yo, con mis 65 años de existencia, soy un hombre anciano y la entrega de mi hijo es la única ofrenda que puedo hacer a la Patria” (5)

El Comandante Celestino Vidal, que llegó a ser posteriormente general, hombre medio ciego, le solicitó a Belgrano que aceptara al niño para servirle de guía y compañero en la Campaña Libertadora del Paraguay, y por lo tanto, Pedro Ríos fue incorporado al Ejército Patriota.

La marcha del ejército de Belgrano demandó grandes sacrificios por las características del terreno, dado que existían numerosos ríos, arroyos, lagunas, esteros y bosques, que eran difíciles de cruzar por la carencia de caminos y de poblaciones de abastecimiento.

El 19 de diciembre se efectuó el cruce del Alto Paraná para ingresar a territorio paraguayo.
Pedro Ríos no tuvo mucho tiempo para ejercitarse en el uso del tambor, debido que batir el parche en zona enemiga hubiera significado delatar la posición del ejército a los espías realistas.
No obstante eso, años después cuando Manuel Belgrano era conducido enfermo desde Tucumán a Buenos Aires, en un descanso en tierra cordobesa, recordó que a la fecha del combate de Tacuarí, el niño había adquirido una destreza aceptable tocando el tambor.
Lo consideraba Belgrano junto a las Niñas de Ayohuma, como los recuerdos más hermosos de su vida militar, puesto que estos niños en circunstancias adversas no claudicaron.

La primera noticia de una intervención de Pedro Ríos se produjo en el ataque al campamento enemigo de Yuquerí, el 19 de enero de 1811, que desembocó en la Batalla de Paraguarí, derrota para las fuerzas patriotas.
En esa ocasión, Pedro Ríos tuvo la misión junto a 70 soldados y 14 peones de fortificar las carretas del parque de armas, como así también el hospital de campaña.
En las escaramuzas de Itapúa, estuvo lejos de las acciones con el grueso del ejército.
En Paraguarí aunque los patriotas lucharon denodadamente, el agotamiento de las municiones contribuyó a que éstos sufrieran su primer derrota en territorio paraguayo, pudiendo retirarse en orden y fortificarse en las proximidades del río Tacuarí, al sur del Paraguay.
Cuando Belgrano advirtió que 120 de sus hombres quedaron encerrados en la capilla de Paraguarí, ordenó tocar reunión para auxiliarlos, produciéndose el bautismo de Pedro Ríos como tambor, al concedérsele al titular, ocupar posiciones de soldado en reemplazo de los que estaban en el oratorio.

En la batalla de Tacuarí, que tuvo lugar el 9 de marzo de 1811,se destacó la figura de Pedro Ríos, Guía del comandante Celestino Vidal y también batía los parches de su tambor.
En cumplimiento de esas funciones en pleno desarrollo de las operaciones bélicas, fue alcanzado por dos proyectiles de fusil en el pecho, cayendo herido de gravedad y falleciendo minutos después, con heroísmo en el campo de batalla.
El general Celestino Vidal decía hacia el final de su vida: “Lo recuerdo y me estremezco. Me parece estar viéndolo impasible avanzar a mi lado.
Yo lo he visto caer y abandoné la lucha para socorrerlo. Murió de dos disparos en el pecho.
Estoy seguro de que su muerte fue mi salvación, porque al detenerme, no caí como cayeron casi todos los del ala donde estábamos nosotros”. (6)

En la batalla de Tacuarí finalizó la vida de este heroico niño correntino llamado Pedro Ríos, “Mártir de la Campaña Libertadora del Paraguay”.
Su patriotismo y valentía debe servir de ejemplo a la niñez y juventud argentina.

Según Mitre: “En la batalla de Tacuarí, la infantería argentina al son del paso de ataque que batía con vigor sobre el parche un niño de doce años, el lazarillo del comandante Celestino Vidal (que apenas veía), pues los niños y los ciegos fueron héroes en aquella jornada”

En el centro de la Plaza 25 de Mayo de Concepción se encuentra emplazada una estatua del Niño Héroe, donación del personal directivo y docente de la Escuela Graduada J. Alfredo Ferreyra de esa localidad.
Esta estatua fue inaugurada en el año 1929, durante la gobernación del doctor Benjamín S. González. La estatua es una réplica de la existente en el Colegio Militar de la Nación, obra del escultor Luis Perlotti, y fue fundida en el Arsenal de Guerra.
Está montada sobre un pedestal de mampostería y tiene una placa homenaje del Círculo Militar, con la siguiente inscripción:
“El Círculo Militar al Tambor Pedro Ríos, Muerto en el Combate de Tacuarí-9 de marzo de 1811”.

Existe un monolito recordatorio en su solar natal ubicado dentro del establecimiento agropecuario “San Eugenio”, sito en el paraje “Lomas de Verón”, en la 1ra. Sección Rural del Territorio Departamental de Concepción, a una distancia de dos kilómetros al noreste de la planta urbana de la localidad homónima, cabecera de dicho departamento.
La Dirección Nacional de Educación del Adulto, Delegación Corrientes, a iniciativa del delegado provincial de esa época, Máximo Ricardo Dacunda Díaz, rindió homenaje a la memoria del Niño Héroe en ese lugar. El monolito tiene dos placas:
la primera con la siguiente inscripción: “Pedro Ríos, Tambor de Tacuarí, Homenaje al Héroe correntino en su Tierra Natal, Concepción. Dirección Nacional de Educación del Adulto Delegación Corrientes.
14 de marzo de 1972”.
La segunda fue un homenaje de la Municipalidad de Concepción con la siguiente leyenda: “Al Héroe Correntino (Tambor de Tacuarí) Pedro Ríos. Concepción. 14 de marzo de 1972”.

Bate el parche un pequeñuelo
que da saltos de arlequín,
que se ríe a carcajadas
si revienta algún fusil,
porque es niño como todos,
el Tambor de Tacuarí.

(1) B. Mitre – Historia de Belgrano – Tomo II, página 10, 4ª Edición, Félix Lajouane, Buenos Aires (1887).
(2) B. Mitre – Historia de Belgrano – Tomo II, página 22, 4ª Edición, Félix Lajouane, Buenos Aires (1887).
(3) B. Mitre – Historia de Belgrano – Tomo I, página 373, 4ª Edición, Félix Lajouane, Buenos Aires (1887).
(4) Archivo General de la Nación – Sala V, Cuerpo 4º, Anaquel 4, Documento Nº 5.
(5) Juan Carlos Díaz Ocanto, El Niño-Héroe era correntino – Instituto Belgraniano, página 9 – Buenos Aires (1991).
(6) Juan Carlos Díaz Ocanto, El Niño-Héroe era correntino – Instituto Belgraniano, página 14 – Buenos Aires (1991).
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Scunio, Alberto D. H. – Patricios – Círculo Militar – Buenos Aires (1966).
www.revisionistas.com.ar

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